Pero no nos dimos por vencidos. Cruzamos los dedos, encendimos velas, evitamos pasar por debajo de escaleras, espantamos a cuanto gato negro intentaba cruzarse por nuestro camino y le pedimos a la brujita Tapita, un hechizo de buena suerte. Y resultó: ¡Encontramos nuestro lugar!
Durante febrero trabajamos mucho. Revocamos paredes, rasqueteamos pisos, construimos muebles, sacamos yuyos, elegimos colores, juguetes, pintamos, limpiamos... y la calabaza se convirtió en La Plapa. Así nació este lugar. Y estamos más que felices de poder brindarle a nuestra querida ciudad un espacio pensado, diseñado y armado en función de los gustos y necesidades de los más chicos, para ayudarlos a crecer felices desplegando toda esa creatividad, curiosidad y energía que los recorre de pies a cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario